EL FILÓSOFO, DE LA CALLE UNGA
EL REY
FORTUNA OBESSE NULLI, CONTENTA SEMEL EST
Bien vengas, mal, si vienes solo.
Me dijeron que Rabindranaz Tagore expresó: “Señor,
soy como la flauta de bambú, sopla Tú para que cante”.
Lenguaje Sublime, manejo
de la mejor poesía que nunca se había escrito. Lenguaje del espíritu.
Manifestación interior “troncos de soledad, barrancos de tristeza donde rompe a
llorar”.
Duele enterarse que en
el lenguaje ordinario hay un conjunto de palabras secretas sin contenido claro
y a cuya mágica ambigüedad confiamos la expresión de los más brutales o sutiles
de nuestras emociones o reacciones. Palabras “malditas” que pronunciamos cuando
no somos dueños de nosotros mismos. Palabras que nada dicen y dicen todo. El
adolescente las repite con voz ronca cuando quiere presumir de “muy hombre”.
Las repiten las señoras cuando quieren significar su espíritu de “mucho mundo”,
“onda femenina”, espíritu de libertad y de sinceridad.
Un ejemplo ilustrará
este mundo mitológico de la expresión: “Yo sé bien que estoy afuera, pero el día
que yo me muera se que tendrás que llorar. Llorar y llorar, llorar y llorar…
Dirás que no me quisiste pero vas a estar muy triste y así te vas a
quedar.. Me abandonaste mujer porque soy
muy pobre, abandonado sea por el amor de Dios”.
Verdadero grito de los
vencidos; peor si son jóvenes que prefieren pedir la fruta por no sembrar un
árbol y esperar.
¡Viva México, Hijos de
María Morales!. Grito de guerra que “con dinero y sin dinero hago siempre lo
que quiero y mi palabra es la ley”, ¿Quiénes son esos hijos?” parecen ser los demás, los que no
piensan como nosotros los que no nos quieren. En última instancia son aquellos
que no son lo que nosotros somos. Hijos de una madre indeterminada, con dinero
o sin dinero, porque entiende que la riqueza no es suficiente para vivir la
vida con plenitud.
Algunos personajes viven
de reinos soñados “no tengo trono ni reina ni nadie que me comprenda, pero sigo
siendo el rey”, y
que por resentimiento social no le queda más trono que la barra de cualquier
cantina.
No faltan los fatalistas
“una piedra del camino me enseñó que mi destino era rodar y rodar”. Rodar como “el señorito
satisfecho” que todo se le da, atribuyendo a su persona condiciones que no ha
creado. Nace instalado. Vive instalado muere instalado. Nada tiene que ver con
sus riquezas, porque no son de él. Está condenado a representar al otro y de
esa manera, a no ser ni el otro, ni él mismo. Solamente rodar y rodar, porque
no se sabe lo que cuesta detenerse a la orilla del camino y no dejarse llevar
por la corriente.
Dice el compositor
“Después me dijo un arriero que no hay que llegar primero, pero hay que saber
llegar”. ¿Da a
entender que cómo dé lugar se debe llegar o quiere decir que no importa el
llegar primero y solo, que llegar todos juntos y a tiempo?.
Al fin de cuentas,
termina cantando el autor: “Yo compongo mis canciones para que el
pueblo me las cante y el día en que el pueblo me falle ese día voy a llorar”.
El día en que el pueblo,
así como canta sus coplas quiera defender sus derechos, ese día si, algunos
tendrán que llorar.
¡Ojalá
que te vaya bnito!
¡Ojalá
que disipen sus penas!
¡Ojalá
que lean lo que no pude escribir!
Total
una vida sin reflexión, sin amor al trabajo y sin libertad, no vale la pena vivirse. Francisco Flores Aguirre.
Nos
vemos en la siguiente entrega.
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