A la muerte de alguien
“EX damno alterius, alterius utilitas”
Mueren unos para que otros vivan.
Algo
tengo que decir. Mi compañero de
soledades voy y de soledades vengo, de lecturas de los últimos meses de mi
amigo García Márquez. Sí es mi amigo,
sin verlo.
Esto me
lo platicó Gabriel, que dijo Belisario Betancur a un profesor de latín en un
Seminario:
Señor,
señor, te rogamos
Y
rogaremos sin fin, que caigan rayos de mierda al profesor de latín.
Y buena
razón tenían ya vale más el estiércol de borrego que la misma carne, ya se hizo
realidad una profecía: el día en que la mierda tenga algún precio, ese día los
pobres nacerán sin culo. Es tan cierto que las sirenas no abren las piernas
porque se quedaron escamadas.
Sí “Los
ídolos infunden respeto, admiración, cariño y, por supuesto, grandes envidias.
Cortázar inspiraba todos esos sentimientos como muy pocos escritores, pero
inspiraba además otro menos frecuente: la devoción. Fue, tal vez sin
proponérselo, el argentino que se hizo querer de todo el mundo. Sin embargo, me atrevo a pensar que si los
muertos se mueren, Cortázar debe estar muriéndose otra vez de vergüenza por la
consternación mundial que causó su muerte”….
Profeta de su muerte propia en “Yo no vengo a decir un discurso”. “Nadie le temía más que él, ni en la vida
real ni en los libros, a los honores póstumos y a los fastos funerarios. Más
aún: siempre pensé que la muerte misma le parecía indecente. En alguna parte de
La vuelta al día en ochenta mundos, un grupo de amigos no puede soportar la
risa ante la evidencia de que un amigo común ha incurrido en la ridiculez de
morirse. Por eso, porque lo conocí y lo quise tanto, me resistí a participar en
lamentos y elegías por Julio Cortázar”.
Lo dijo el Gabo para que lo entiende el Gabriel… “Preferí seguir pensando en él como sin duda
él lo quería, con el júbilo inmenso de que haya existido, con la alegría
entrañable de haberlo conocido, y la gratitud de que nos haya dejado para el
mundo una obra tal vez inconclusa pero tan bella e indestructible como su
recuerdo”... Lo pidió para otro y lo
quiere para si.
Me voy, disfruten su palabra mágica: “Que
una vivandera de la Guajira colombiana rechazó un cocimiento de toronjil porque
le supo a Viernes Santo. Que don Sebastián de Covarrubias, en su diccionario
memorable, nos dejó escrito de su puño y letra que el amarillo es el color de
los enamorados. ¿Cuántas veces no hemos probado nosotros mismos un café que
sabe a ventana, un pan que sabe a rincón, una cereza que sabe a beso? Son
pruebas al canto de la inteligencia de una lengua que desde hace tiempo no cabe
en su pellejo. Pero nuestra contribución no debería ser la de
meterla en cintura, sino al contrario, liberarla de sus fierros normativos para
que entre en el siglo XXI como Pedro por su casa”.
Sigo creyendo que la vida de todos
nosotros sería mejore si cada uno de ustedes llevara siempre un libro en su
morral.
Total una vida sin reflexión, sin amor al
trabajo y sin libertad, no vale la pena vivirse y desde luego salud y larga
vida. Francisco Flores Aguirre.
Nos vemos en la siguiente entrega.
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