LAS PALABRAS ESCONDIDAS

Oye hermano, no te extrañe que algún día te escondan las palabras, que te prohiban recordar... porque para liquidar a las naciones, lo primero que se hace es quitarles la memoria. Se destruyen sus libros, su cultura su historia. Y luego viene alguien y les escribe otros libros, les da otra cultura y les inventa otra historia.

Entonces la nación comienza lentamente a olvidar lo que es y lo que ha sido y el mundo circundante lo olvida aún mucho antes.

- ¿Y el idioma?
- ¿Para qué nos lo iban a quitar?

- Se convierte en un mero folklore que muere, al cabo de un tiempo, de muerte natural. Y así un invasor tras otro.

¿Será cierta la tesis de Kundera cuando dice que la lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido?

Hay sabios que saben todo y que ya no pueden decir nada: Es muy peligroso cuando hablan, porque dicen puras verdades.

Total una vida sin reflexión y amor al trabajo no merece vivirse.

viernes, 27 de septiembre de 2013

DICHOS LATINOS, ANALISIS, 1855 AÑO. CIII


EL FILÓSOFO, DE LA  CALLE UNGA
   
Lo invisible, la justicia y el mal según Platón.
«Ex aspectu nascitur amor»
«Ojos que no ven corazón que no siente»
O dicho de otra manera: «oculi qui non vidiunt, cor quod non sentit». Y de otra forma: «suum quique pulchrum», «ojos hay que de lagañas se enamoran».
Para empezar, Platón se pregunta: ¿Hay hombres justos por naturaleza?; En La República «Siglo IV. A.C.)., Platón narra la historia del anillo de Giges:
Giges era un pastor que servía al rey de Lidia. Después de una fuerte tormenta y un violento terremoto, la tierra se rasgó y se abrió una grieta en el mismo paraje donde pacía su rebaño. Asombrado por semejante suceso, el pastor bajó por la hendidura y encontró, entre otras maravillas que se cuenta, un caballo de bronce, hueco, lleno de pequeñas ventanas. Giges asomó la cabeza por una de esas ventanas y vio un cadáver que parecía pertenecer a un gigante. En cuerpo estaba desnudo y sólo llevaba puesto un anillo de oro en un dedo. El pastor cogió el anillo y salió de allí. Días más tarde, acudió al encuentro mensual de los pastores para dar razón al rey del estado de sus ganados, llevando el anillo en el dedo.  Se sentó entre sus compañeros y, por casualidad, hizo girar la piedra preciosa del anillo hacia la palma de la mano. Acto seguido, se volvió invisible para la asamblea, la cual empezó a hablar de él como se  hubiera marchado. Sorprendido por este prodigio, hizo girar el anillo en sentido inverso, colocó la piedra hacia fuera y volvió a hacerse visible. Al darse cuenta de lo que ocurría, realizó otra comprobación para asegurarse de su poder, y todo sucedió de la misma manera; cuando giraba la piedra hacia el interior de la mano, el desaparecía, y cuando giraba hacia afuera, volvía a aparecer. Seguro de su descubrimiento, se hizo incluir entre los mensajeros que prestaban servicios al rey. Cuando llegó al palacio, sedujo a la reina y, con la ayuda de ésta, asesinó al rey y se apoderó del trono.
Conocemos el sentido que Platón otorga a esta fábula pesimista; el hombre nunca es justo por su propia voluntad, sino obligado por el peso de la ley. Sólo actuamos correctamente porque no tenemos la oportunidad de cometer injusticias. Sin embargo, la alegoría del anillo de Giges puede enseñarnos otra lección. Platón nos indica que existe una relación esencial e inmediata entre el mal y lo invisible. La invisibilidad es la solución perfecta para escapar de la observación de los demás y, por ende, del control social. El hombre tiene la posibilidad de convertirse en un dios. La visibilidad social implica la obligación. La invisibilidad garantiza la libertad absoluta. Es la fuente de todo poder.
Así lo confirma el poeta Baudelaire:  el mayor engaño del diablo consiste en convencernos de su inexistencia. El arte de callar –según el Abate Dinovart- es la cultura del silencio de las sociedades secretas, de las sociedades invisibles, que parecen desfasadas, e incluso encontrarse en franca contradicción con los valores modernos de comunicación y transparencia, con los mejores autores del siglo XVII que en medio de sociedades cortesanas, percibían en el silencio el arte, a un tiempo de la conversación y la conservación. Al silencio se le reconoce una superioridad sobre la conducta de la vida ordinaria. Cualquier palabra comporta, en efecto un riesgo de pérdida de poder y puesta en peligro.
Baltazar Gracián encarna este doble papel del dominio de si mismo y la prudencia de la siguiente manera.
1.- Sólo se debe dejar de callar cuando se tiene algo que decir algo más valioso que el silencio.
2.- Hay un tiempo para callar, igual que hay un tiempo para hablar.
3.- El tiempo de callar debe ser primero cronológicamente y nunca se sabrá hablar bien si antes no se ha aprendido a callar.
4.- No hay menos debilidad o imprudencia en callar cuando uno está obligado a hablar, que ligereza e indiscreción en hablar cuando se debe callar.
5.- Es cierto que, en líneas generales, se arriesga menos callando que hablando.
6.- El hombre nunca es más dueño de sí  que en el silencio: cuando habla parece, por así decir, derramarse  y dispersarse por el discurso, de forma que pertenece menos a sí mismo que a los demás.
7.- Cuando se tiene algo importante que decir, debe presentársele una atención particular: hay que decírselo a uno mismo, y, tras esta precaución, repetírselo, no vaya a hacer que haya motivo para arrepentirse cuando uno ya no sea dueño de retener lo declarado.
8.- Si se trata de guardar un secreto, nunca calla uno bastante; el silencio es entonces una de esas cosas en las que de ordinario no hay exceso que temer. En otras palabras en boca cerrada no entran las moscas.
El auténtico peligro de hoy es aquello que no se ha visto o no se ha querido ver, que se ha subestimado o no se ha creído . La gran criminalidad organizada se sacia con las sombras y entiende la ocultación permanente como medio de supervivencia frente al tiempo y a la represión.
El mal es la continua insidia contra la unidad de vida y a su vez contra la libertad espiritual; y si es soterrado, encubierto y persistente e invisible, ¡que Dios nos agarre confesados!
El que no castiga el mal, ordena que lo hagan, por eso Dios no quiere a los buenos cuando son menos que los malos.  Y los buenos son aquellos que luchan por la unidad de la vida y de lograr la libertad espiritual.
Total, una vida sin reflexión y amor al trabajo no merece vivirse.
Nos vemos en la siguiente entrega, será todos los días.
Si desea consultar la colección de dichos véalo en www.santoysena.com.mx/vidaprivadadepalabras

No hay comentarios:

Publicar un comentario